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Sabanilla

Los que vituperan

Por Ulises espinosa Núñez

 

Los que vituperan, esputan o defecan odio sobre la Revolución cubana, en su frustración creen a cada rato encontrar la fórmula, la acción apocalíptica que dé al traste con este proceso que ya su medio siglo de edad, es decir, que entró en la tercera edad, y en un abrir y cerrar de ojos, se inscribirá en el Club de los 120 Años.

Cuando a principio de mayo de 2005, el presidente norteamericano George Bush dio a conocer sus kilométricas medidas represivas contra el pueblo cubano, la pandilla mafiosa de Miami, sus abominables lanceros del Congreso, y los tanques pensantes que agrupó el ex canciller Colim Powell, se creyeron la ridícula idea de que acababan de darle el golpe de gracia a la economía de la Isla, con la limitación al mínimo del envío de las remesas desde su territorio. ¡Ignorantes!.

Según su óptica, Cuba es una de esas repúblicas bananeras donde el alivio de su pobreza depende de una remesa que en algunos países se ha convertido en la principal entrada para la economía interna. México recibe 17 mil millones de dólares, El Salvador sobrepasa los dos mil millones, por lo que es medular en el balance de su mercado y la satisfacción de las necesidades de la familia salvadoreña.

En el caso de ese país centroamericano, es de tanta importancia la remesa, que en las reciente campaña electoral presidencial, el gobierno de los Estados Unidos amenazó, así de cierto, al pueblo con limitar los envíos, si votaban o ganaba el Frente Farabundo Martí, cuyo aspirante era el legendario combatiente revolucionario Chaffi Handal; como es de notar allí la remesa determina una situación, un equilibrio social y político. Handal no ganó, en consecuencia.

Pero ese no es el caso de Cuba, ni el Gobierno cubano pudo cometer la ingenuidad de que la economía fuera a caer en la dependencia de la moneda yanqui, en el proceso de recuperación de la crisis que provocó la desaparición de la Unión Soviética y del Campo Socialista, cuando se sabe que la política en Norteamérica también la traza el dinero.

Según ha dicho el propio presidente Fidel Castro, desde que se despenalizó el dólar en Cuba, ya se pensó en buscar una moneda cubana fuerte para sacarlo del panorama local. Ya ocurrió, y nada favorable a los enemigos ha ocurrido.

Ocurrió, y los que odian a esta Nación se han quedado con la carabina al hombro, encasquillados al punto de que el tiro le salió por la culata, unos meses después que apuntaron al derrumbe, porque en el supuesto de su óptica, los cubanos no podrían vivir sin el billete verde como equivalente de los activos.

Según cables de agencias internacionales de prensa, a Cuba entran unos 800 mil dólares por concepto de remesas, otras sitúan la cifra en los mil 200 millones, y ni con ese estimado respetable pueden ser categóricos en afirmar que la economía cubana está determinada por esa entrada suplementaria que, sin embargo, sí es importante para quienes la reciben, por su poder de adquisición en los mercados.

Francisco Soberón, ministro presidente del Banco Nacional de Cuba, dijo en una mesa redonda que tal afirmación es ridícula, por cuanto el peso de las remesas en las finanzas internas es una ínfima parte; según las cifras que la propia prensa extranjera maneja, representa entre la décima y la oncena parte de los ingresos, tan solo eso.

Ya una vez en Cuba esa remesa que los políticos capitalizan no desempeñó ningún rol económico, por ínfima o inexistente, porque el nivel de vida de los cubanos era competitivo en la década de los 80: por aquellos años los mercados estaban saturados de productos y eran muchas las opciones con el peso corriente.

Hoy, a pesar de la crisis que el país está rebasando, tampoco esa remesa determina la economía interna; apostar a ello le está acarreando a los enemigos de la Revolución un nuevo fracaso. Lógicamente, el Gobierno cubano no menoscaba lo que significa esa ayuda para las familias que la reciben, pero en nada estima el valor político que le otorgan quienes apuestan a las medidas que Bush implementó.

El mundo debe saber algo: los dólares que una parte de la población recibe no son para pagar medicamentos, consultas médicas, intervenciones quirúrgicas, escuelas, matrículas, estudios, servicios funerales, la atención prenatal a las mujeres embarazadas, pues en Cuba todo eso lo recibe el pueblo de manera gratuita, incluso la canasta básica, es subsidiada por el gobierno, como por ejemplo, con un dólar un niño cubano entre cero y siete años puede adquirir 104 litros de leche.

Muchas cosas y servicios no se pagan en Cuba con el dólar, y otras tantas son tan baratas que asombran, entre ellas que usted pueda viajar 650 kilómetros en tren u ómnibus con 27 pesos, que es el equivalente a un dólar, y si de trata del transporte urbano una persona puede hacer 270 viajes con un dólar. Creo que ese servicio en Cuba es el más barato del mundo.

Nadie se piense, que esos mercados abarrotados, que se pueden ver diariamente en cualquier provincia del país es únicamente debido a las remesas, sino también al poder adquisitivo que ostenta la población cubana, algo de lo cual puede dar pruebas la red de cajas de cambio y compra de divisa (CADECA) que visita el pueblo. Es evidente que no hay ganancia para los imperialistas y contrarrevolucionarios de Norteamérica con la limitación al envío de esa ayuda, a no ser el daño que le causan a la población.

Tengo la convicción que las remesas, como herramienta política, es una forma de arar en el mar, es agua entre los dedos, una salva, tiro al aire, en fin, la quinta pata sin la cual la mesa ha quedado en la misma posición.

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